martes, 2 de febrero de 2010

Dorian

Llegó a casa cansada y se puso frente al espejo.
Restriega con fuerza el algodón sobre la cara para retirarse el maquillaje, provocando una mueca patética, la sonrisa de un payaso. Fuera las sombras del pasado, el rouge de los besos mal dados, la falsa ilusión de juventud.
Y ante ella aparece un rostro desconocido: surcado de finas arrugas, manchado por el tiempo, mirada de perro callejero - de quien mucho ha vivido y poco le han querido...
Tantos años habían pasado y no había sabido ver que la vejez se había ido instalando bajo la careta de mentiras.

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