Levántate me dice tu voz burlona,
y yo desde el suelo llamo a tu cordura,
pero mi súplica se pierde entre tus puños.
Mi pena huye detrás de mi silencio,
a esconderse de tus amenazas.
Tus remordimientos me acarician
y yo los siento como aguijones.
No, no te perdono.
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