martes, 4 de junio de 2013

Mamá, quiero ser artista

- Mamá, yo de mayor quiero ser artista.
- ¿Por qué?
- Porque sí.
- Me parece un muy buen motivo.

Eso le dijo Tomás a su madre cuando tenía seis años. Ahora tiene casi treinta -no son muchos pero el tiempo es relativo- y ya sabe que no lo es pero que tampoco puede ser otra cosa.
Todas las mañanas se debate entre levantarse, pegarse una ducha e irse a trabajar o quedarse en la cama y follarse a su novia como un salvaje durante horas. Cuando se mete en el metro duda si pagar el billete correspondiente o plantarse hasta que le abran barreras porque el precio del transporte público es un abuso.
Al llegar al trabajo no sabe si encender el ordenador y demostrar que es eficiente y resolutivo o echarse a llorar porque el aire no huele a mar y los rayos de sol no calientan a través de los cristales.
Por la tarde, de camino a casa, Tomás piensa en comprarse un buen libro y leerlo con una copa de vino en mano o en entrar en el primer bar que encuentre a emborracharse de cerveza y tirarse a una desconocida con la misma vehemencia con que se lo habría hecho a su novia por la mañana. 
Después de cenar, ve las noticias y no distingue si siente que las desgracias ajenas le reconfortan o le hacen odiarse más por no hacer nada por cambiarlo.
Se mete en la cama, y quiere ser otra persona y está dejando que no pase.