miércoles, 28 de abril de 2010

Lúcida ebriedad

Lo cierto es que bebía mucho, y cuando se lo recordábamos siempre decía que era porque le gustaba el color que toma la vida si la miras a través de una copa de vino, que se tiñe de un burdeos cálido, acogedor frente a la frialdad de la realidad. Para el gin-tonic también había un buen motivo: un remedio infalible contra la soledad. "Es una bebida alegre, festiva por el chisporroteo de la tónica, musical por el tintineo de los hielos al chocar con el cristal, y que, sobre todo, invita a tertuliar..."
Para la señora Miller, nuestra vecina, el alcohol era un dechado de virtudes. Nos hablaba del estado febril en que podía dejarte, con los sentimientos a flor de piel, convirtiendo en intenso e inesperado lo que la vida tiene de vulgar y cotidiano. Del efecto analgésico que producía tanto, en el cuerpo, por la alteración de la percepción y el hormigueo de los sentidos que se duermen evitando sentir padecimiento alguno, como en el alma, pues favorecía la alienación, la posibilidad de observarse a uno mismo desde la lejanía. "Es el encanto de los espirituosos, -decía-, que como su propio nombre indica permiten el abandono de parte de nuestro espíritu, ese yo con el que tanto nos pesa vivir."
A mi joven mente inexperta, y en consecuencia impresionable, le fascinaba este discurso, pero lo que nunca se me olvidará es el modo en que un día zanjó uno de sus interminables monólogos, "Pero no te dejes engañar, no es el ardor del alcohol lo que sientes en tu garganta, -nos confesó la voz de la experiencia-, sino la congoja que al beber se te agarra con sus uñas al pecho para no soltarlo nunca más."

lunes, 26 de abril de 2010

Morfeo

Todas las noches ensueña con lo mismo.
No sueña con paisajes extravagantes, ni con vidas extraordinarias, ni siquiera se molesta en ponerle color a sus fantasías. Sólo puede pensar en la senda que le toca recorrer, el camino que no puede parar de andar, mientras le llueve encima toda una vida.
Sí, duerme con una amapola debajo de la almohada.

miércoles, 21 de abril de 2010

Efecto yo-yo


Vivo entre cuatro paredes encaladas,
de blanco cegador he pintado mi habitación.
Cada vez más reducido, el espacio en el que vivo,
- no sabía que la vida se podía estrechar tanto.
Y toca vivir con la sospecha de un alud inminente,
que si ocurre me sepultará para siempre.

martes, 20 de abril de 2010

Ratas

"Si supiéramos el efecto que causamos en las personas...haríamos exactamente lo mismo, vamos eso haría yo.
Porque me importa una mierda lo que te pase, que culpa tengo yo, bastante tengo yo con aguantarme a mí mismo como para encima pensar en los demás. No me da la gana, no pienso ceder en nada, que todo lo que pueda procurarte altruistamente es una pérdida de tiempo y de energía, pues nunca se devuelve. Mi interés hacia ti es exactamente proporcional a lo que puedes ofrecerme y lo que obtengo de ti, todo lo demás me sobra. Así que no te extrañe que te olvide cuando te haya exprimido: es lo que espero que hagas conmigo.
Y sí, soy una sucia rata, pero no me juzgues sin hacerlo antes contigo, que ratas somos todos: el egoísmo no es más que instinto de supervivencia."

lunes, 19 de abril de 2010

África


Sentado delante del ordenador, se lleva la mano al cuello en señal de auxilio. Un sudor frío le invade todo el cuerpo, resuella. El tono de su piel se vuelve azulado, al tiempo que su garganta se ocluye. El aire ya no pasa, se está ahogando. Le zumban los oídos, ha dejado de ver, pronto perderá el conocimiento.
Asfixia.
Negro.
Despega los párpados y la sabana aparece ante sus ojos con toda su inmensidad. Bajo un cielo abierto, una pradera verde salpicada de acacias se extiende hasta el horizonte. La palabra infinito cobra sentido.
Y por fin, el aire limpio recorre su cuerpo con libertad, aspira, espira sintiendo como el oxígeno fresco llega a sus sentidos, que se despiertan después de años de letargo, en alerta ante los peligros de la insignificancia.

martes, 13 de abril de 2010

Sinsentido

Me preocupa que las palabras se escapen de mi boca,
sin orden ni coherencia alguna.
Que yo no las he pensado aún,
cuando ellas salen disparadas como flechas,
directas a la retórica, algunas.
Otras se quedan en el camino,
y la mayoría se arremolinan a mi alrededor,
esperando dar con un destino: se marchitan.
Al final, no soy yo quien dice,
sino ellas las que hablan por mí...

viernes, 9 de abril de 2010

Homo homini lupus

Doce del medio día, el Ángelus repicando, el Sol se alza rotundo en medio del cielo. Un desasosiego le invade el cuerpo y siente el impulso de salir corriendo de la oficina. Se echa a la calle y se despoja de sus ropas, el sol no tarda en calentarle la piel. Se siente a gusto con la desnudez y nota como el vello se le eriza, poro a poro, al contacto con el aire. El sentido de la vista pierde protagonismo cediéndoselo al olfato. Se orienta con los olores, todos estimulantes y nuevos. Está tan excitado que a veces pierde el rumbo, pero está siguiendo un rastro inequívoco: huele a satisfacción. Se fía de su instinto, por fin es consciente de las señales que le manda la vida. Se ha convertido en un lobo, feliz.

miércoles, 7 de abril de 2010

Esperanza

A Esperanza le gustaba vestirse de verde, el color del dinero y de la envidia. La propia Esperanza era toda ella verde, pelo verde, verde carne, ojos verdes, avariciosa y celosa. El dinero lo usaba para cubrir sus carencias, como si las virtudes se pudieran comprar, y la envidia, para esconder sus anhelos, como si los demás tuvieran la culpa. Prefirió ser odiada a ser amada, consciente de que la segunda opción siempre sería más dañina. Pobre y mezquina Esperanza que vivía con miedo, miedo de sí misma, una serpiente, verde, que con su veneno alejó a quien intentó acercarse. Así, Esperanza se fue consumiendo, y ni siquiera Soledad quiso acompañarla en sus últimos días.

martes, 6 de abril de 2010

¡Porca miseria!

Lo bueno de viajar en tren es que te da tiempo a escudriñar los rostros e inventar las vidas ajenas. Mira ese, qué pinta de infeliz, claro que yo con esa cara tampoco... Y ese otro que viaja solo, qué triste es la soledad. Esas magulladuras no son de una caída por las escaleras, yo nunca consentiría que me hicieran eso...El sudor alcohólico que rezumas y esas ojeras te delatan, qué vida tan superficial y qué poco respeto por el cuerpo los de los trasnochadores. Si esta chica no es capaz de mirar a los ojos cuando habla no creo que sea capaz ni de mirarse a sí misma, no paran de temblarle las manos, es patética.
Una voz mecánica anunciando su destino le saca de su ensimismamiento y se da cuenta que no ha hecho más que proyectarse en los otros, burlarse y criticar su miserable existencia. La vida le ha vuelto a dar una lección - ¡Mierda, otra vez igual! Qué empeño en olvidar lo que soy y negar la realidad. Sus ganas de vivir y su memoria de pez le juegan malas pasadas y es que siempre cree que esta vez será distinto.

Calvario

Está sangrando a borbotones y se muestra impasible. El rubor de sus mejillas desaparece con la sangre que se escapa. Agoniza y no le importa. No le impresionan sus llagas en carne viva, ni siquiera cuando gime de dolor al hundir sus dedos en la herida para verle sufrir.
No hay tormento, que su alma es de piedra y su cuerpo de barro.