Durante toda su infancia siempre supo separar lo bueno de lo malo, pues sus padres trazaron muy bien esa línea, perfilando con sumo cuidado los contornos del Bien y del Mal.
Al llegar a la madurez le regalaron una tiza para que dibujara esa línea a su libre albedrío confiando en que ya no necesitaba ayuda para discernir estos conceptos; por supuesto, atendiendo a sus enseñanzas y a los inestimables valores de la sociedad se quedó siempre del lado de la moralidad, haciendo siempre lo correcto. Lo que le llevó a una vida confortable, placentera y aburrida.
De hecho, ya moribunda, confesó que la felicidad y ella sólo se habían mirado a los ojos una vez, aquella vez en que borró ese trazado.
Tatuajes profundos sin tinta ni aguja, cicatrices sin fuego ni herida, hechas con filo de palabras…buenas o malas, dulces o amargas. Que al recordarlas cansan, y oprimen, y agobian, y enervan, y las quisieras cambiar y olvidar, para sentirte libre, y, que sin duda, con el tiempo y sin darte cuenta, validas y de nuevo impartes. Dime Chronos, ¿por qué?
ResponderEliminarSon sólo palabras...
ResponderEliminarCierto. Y cuando el Cesar con el puño cerrado señalaba el suelo con el pulgar, sólo era una señal.
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