viernes, 9 de abril de 2010
Homo homini lupus
Doce del medio día, el Ángelus repicando, el Sol se alza rotundo en medio del cielo. Un desasosiego le invade el cuerpo y siente el impulso de salir corriendo de la oficina. Se echa a la calle y se despoja de sus ropas, el sol no tarda en calentarle la piel. Se siente a gusto con la desnudez y nota como el vello se le eriza, poro a poro, al contacto con el aire. El sentido de la vista pierde protagonismo cediéndoselo al olfato. Se orienta con los olores, todos estimulantes y nuevos. Está tan excitado que a veces pierde el rumbo, pero está siguiendo un rastro inequívoco: huele a satisfacción. Se fía de su instinto, por fin es consciente de las señales que le manda la vida. Se ha convertido en un lobo, feliz.
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En el Himalaya ya hubo un caso de estos (aunque no salió de una oficina sino de un refugio) y se convirtió en el Yeti. Aunque hace tiempo nadie le ha vuelto a ver, es de suponer que es feliz de que nadie le encuentre.
ResponderEliminarBesos de altura...