Llueve desde mi habitación. Antesala del otoño u ocaso del verano. Qué más da. Aquí da todo igual. La vida ya no es un juego, es una burla. Caminar de espaldas. La mirada perdida y el sabor a hiel que estruja el corazón.
Las gotas se estrellan contra el cristal. Imagino que son las mismas gotas que antes o después chocarán contra los cristales de un bus peruano.
Llueve desde este autobús. Crepúsculo de invierno o albores de primavera. No importa. Aquí las magnitudes son otras. La vida ya no es broma, es un juego muy serio. Huir hacia delante. La mirada velada y un sabor amargo que cala los huesos.
Las gotas de lluvia chocan contra los cristales. Son las mismas que golpeaban habitaciones y autobuses. Son las mismas que hoy nos mojan y nos libran del sopor de la rutina para recordarme/nos cuál es mi/tu deber: vivir.
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