lunes, 6 de diciembre de 2010

Un día cualquiera


Siete de la mañana: sonó el despertador. Alargó los brazos hasta tocar el lado de la cama que permanecía frío y el resto de su cuerpo los fue siguiendo. El contraste frío-calor era la única manera de activar sus sentidos, de desentumecer sus miembros. Permaneció en esa postura unos instantes, acariciándose, dándose ánimos para incorporarse. Una vez lo consiguió, el resto vino solo, como siempre: ducha, ropa sobre la piel todavía húmeda y café. Se acercó a la ventana y miró a través de ella: hacía bueno y se sentía bien.
Así que giró la manija de la ventana, la abrió de par en par y se precipitó al vacío.

2 comentarios:

  1. Esta tarde vi llover, vi gente correr y no estabas tú. No estabas porque te precipitaste al vacío. ¡Menuda ocurrencia!
    Al menos saltaste por la mañana, antes de que lloviera, y el suelo estaba seco.
    El otoño vi llegar, al mar oí cantar y no estabas tú. Magritte te tenga en su seno.
    Tombe la neige,tu ne viendras pas ce soir.
    Tombe la neige et mon coeur s'habille de noir.

    ResponderEliminar
  2. El gorila se tiró, yo no.
    Gracias por el recueil de chansons...

    ResponderEliminar