Se levanta, se despelota, se mete en la ducha. Hasta ahí todo en orden. Hace años que su aspecto es el mismo, kilo arriba, gramo abajo. Frota que te frota.
Y de repente un picor de huevos... ¡De huevos! Sí, sí, ahora que se mira: menudo par de cojones que le han salido y tan contenta, oye.
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