martes, 20 de julio de 2010

Desencuentros en la tercera fase


Les voy a contar una historia que aun a riesgo de que me tomen por loca creo que puede serles útil. Iba yo por la calle, cabizbaja -no fuera a ser que tuviese que cruzar la mirada con alguien-, cuando de repente sin saber por qué frené en seco: alcé la vista y me encontré con un rostro a la altura de mis ojos. Se quedó mirándome muy fijamente durante unos segundos eternos y luego despareció con la misma fugacidad con la que se me había aparecido. Me resultó tan familiar que me estremecí y no pude sacármelo de la cabeza durante días, semanas. Hasta que un día, al regresar a casa se me ocurrió repasar mis viejas fotos. Y allí estaba, en todas. En diferentes épocas, con diferentes edades pero se trataba de la misma persona, seguro.
Haciendo memoria me di cuenta de que a lo largo de mi vida siempre me he cruzado con lo mismo, diferentes personas, diferente aspecto, diferentes rostros, diferentes profesiones, pero siempre ese ente al que persigo y admiro y que al final siempre se me acaba escapando, como un pez entre las manos.

1 comentario:

  1. También he sentido eso. Podría ser el lenguaje de los ojos que dicen son el espejo del alma y, por eso, por silogismo, por ser el lenguaje de almas, entre ellas se entienden; y también dicen que son etéreas y silenciosas como su lenguaje, aunque las palabras digan otras cosas. O también podría ser otra cosa.

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