Los que no hemos nacido en ningún sitio, no conocemos el calor de una patria. Estamos acostumbrados a cambiar de forma, incluso a cambiar el ritmo de la respiración para adaptarlo a la tuya o a la suya; tantas veces lo hemos hecho que ya no reconocemos la nuestra. Sabemos levantarnos cuando caemos y cambiar nuestro reflejo en el espejo; tantas veces lo hemos hecho que ya no reconocemos el nuestro. "Veleta" nos llaman. Pero nosotros también, si nos pinchan, sangramos.
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