Allí estaba su muerto: una masa de
carne inerte y un rostro sin músculos. Habían desaparecido las pupilas
inquisidoras, la barba otrora suave y blanca se había convertido en grises
púas, y la piel estaba cubierta por una pátina de cera y ceniza. Razones para
creer que el alma nos abandona. Ese no era su padre, había llegado tarde, no
quedaba nada de lo que despedirse. Y entonces quiso recordarle, con todas sus
fuerzas, para borrar la imagen de ese cuerpo impostor.
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