Abrió los ojos y se sintió rara, con una energía inusual a esas horas de la madrugada. Empezaba a clarear y su cerebro funcionaba a un ritmo frenético. El sueño sólo había durado unas horas pero tenía la sensación de haber estado durmiendo durante días, semanas, meses e incluso años.
La misma claridad que se colaba por la ventana iluminaba sus pensamientos. No había nada real en su vida, estaba todo en su cabeza. Los buenos momentos, los afectos, inventados sólo para autocomplacerse. Lo sabía, hacía tiempo que lo sabía, había conseguido maquillar la verdad tanto que casi lo había olvidado, que todo era producto de su imaginación. La vida no era así.
Y entonces se sintió más sola que nunca. Cerró los ojos con la esperanza de volver a dormirse, pero ya no pudo.